Inclusión

No enseñamos lo que sabemos, enseñamos lo que somos.

Para que muchos lleguen a un mismo lugar es necesario promover un sistema integrado para todos, lo que implica la experiencia de un hacer común, de desarrollar distintos recorridos por las propuestas curriculares para atender las diferencias y las particularidades de cada estudiante.

El proyecto institucional, la propuesta curricular, el proyecto de aula y el plan de atención individual deben aportar a una verdadera inclusión educativa y por ello el currículum debe ser una herramienta dinámica y flexible. La inclusión no significa una ruptura de los fines que persiguen los procesos de integración; implica una reorganización para posibilitar el acceso, la permanencia y los logros de los jóvenes y adultos, donde sus necesidades educativas son vistas como necesidades de la institución y las diferencias están dadas por los estilos, ritmos y motivaciones para el aprendizaje.

Por lo tanto, integración e inclusión deben vincularse y repensarse en las prácticas, como un medio estratégico-metodológico que posibilitará la inclusión real de jóvenes y adultos. Necesitaremos producir un esfuerzo que se transforme en símbolo pedagógico para garantizar las trayectorias escolares de cada estudiante, las adquisiciones necesarias y relevantes en función de sus tiempos, de sus recorridos anteriores y de las competencias necesarias para seguir avanzando en el desarrollo de nuevas capacidades, lo que requiere un trabajo sistemático de articulación horizontal y vertical de saberes. Se debe introducir y generar condiciones que permitan, posibiliten, faciliten y se transformen en oportunidades.